Navigation Menu+

Las escrituras o caligrafías de Nuestra Cali…

Por Luis Alberto Díaz Martínez *

 

…¡Calidoscópicas!

Una ciudad, cualquier ciudad, es ante todo su gente. La gente que la habita porque nació en ella o pasó por ella de visita o de huida, se amañó o se resignó y en ella fijó su residencia: es decir, su lugar de vida y creación, o destrucción. Y por supuesto que Cali también cuenta, porque cultiva lo suyo.

Máxime cuando los recursos naturales y humanos de Cali, su geografía, su topografía, su clima y su ecosistema en general son una invitación permanente a quedarse en ella para crear y recrearse (o todo lo contrario), con cuanto aquí cada quien se proponga hacer o no.

No en vano las migraciones voluntarias y forzadas han sido la constante desde cuando en los años cuarenta del siglo XX, y Cali apenas si llegaba a los cien mil habitantes, aceleró el crecimiento demográfico, industrial, comercial y urbanístico que un poco más de setenta años después se ha multiplicado por casi treinta veces, hasta alcanzar el tope actual de una urbe que se aproxima con pasos agigantados a los tres millones de habitantes.

Nuestra Cali: Cálida y alegre por su gente amable y vital

Y en esa diversidad caligráfica y calidoscópica de personas provenientes de nuestros 42 municipios vallecaucanos, de sus áreas urbanas y rurales, y de los departamentos circunvecinos (Cauca, Nariño, Chocó, Risaralda, Caldas, Quindío, Tolima, Huila y Putumayo) o de los más lejanos (Antioquia, Cundinamarca, Boyacá, Norte de Santander, Santander, Sucre, Córdoba, Atlántico, Magdalena, Bolívar, Cesar, Guajira, San Andrés, Arauca, Casanare, Meta, Vichada, Amazonas, Caquetá, Vaupés, Guainía, Guaviare y Vaupés), y aún de muchos países, allí reside justamente con su mestizaje de etnias, culturas e idiosincrasias una fortaleza sin igual que estamos en mora de valorar como corresponde.